“He dudado en escribir estas memorias. ¿Había que dejarlas en el olvido? Él intentó escribirlas. Las comenzó, pero las dejó inconclusas. Le prometí que yo las terminaría. Duda despejada, pues. Las promesas deben cumplirse, y a esa tarea me he entregado. ¿Serán de interés? Para la familia, sin duda, un recuerdo inolvidable. ¿Supondrá una aportación a la memoria de los olvidados que un día lucharon por lo que creyeron, y derrotados, hambrientos y perseguidos tuvieron que cruzar los Pirineos?

Fernando Serena de Medina fue uno de esos olvidados españoles que lucharon contra los rebeldes en defensa del Gobierno de la República. Uno más de los que padecieron los trabajos forzados, la represión, el martirio, el hambre… de los campos de concentración franceses, incluido el infierno africano de Djelfa”

Así arranca el libro “De Belalcázar al Infierno de Djelfa” de Joaquín Chamero Serena. Esas frases fueron las primeras que leí cuando tuve en mis manos un libro encuadernado por Joaquín en el primer café que compartimos. Y esa duda que tenía el autor yo no la tenía.

Entre mis manos tenía una joya única que plasmaba la vida de un republicano cordobés en uno de los campos de concentración más desconocidos, el de Djelfa, en el norte de África. Un testimonio de su puño y letra que Joaquín había ido mejorando con aportaciones suyas de las numerosas conversaciones que mantuvo con su tío e investigaciones propias.

Tenía un diamante en bruto y una persona enfrente mía que tenía dudas de su utilidad. Así que desplegué todas mis habilidades para convencerle no solo del incalculable valor histórico que tenía su libro, sino de la importancia de que fuera leído por el mayor número de personas, porque la Memoria de estos hombres, la Historia de nuestro país tiene tantas lagunas en su difusión que el negacionismo histórico absorbe como un agujero negro cualquier atisbo de conocimiento e impone su necedad a la primera de cambio. Y, sin haberlo leído en ese momento, salí de ese café con un compromiso: el libro lo editaría la Asociación Triángulo Azul Stolpersteine de Córdoba con la colaboración de la delegación de Memoria Histórica de la Diputación.

Y luego me lo leí, no una vez, sino 7 veces durante el proceso de correcciones de la editorial y revisión por parte del autor y mía. Y ninguna de las 7 veces me pesó. En cada una de ellas me fijaba en algo distinto y se reafirmaba mi primera intuición. Era un testimonio único y nuestra Asociación había podido rescatar una historia que se encontraba en un ámbito familiar para darle luz, visibilidad y que estuviera disponible para todo el mundo.

No voy a entrar de una manera profunda en sus páginas, porque eso ya lo hará Joaquín, pero si intentaré, no sé si lo conseguiré, atraer su atención para que quieran adquirir el libro y disfrutar de su lectura.

Todo empieza como siempre, desde el principio, con el nacimiento de Fernando el 29 de octubre de 1919 en Belalcázar, en una familia humilde que se dedicaba a la agricultura y la apicultura, y recorre su infancia y juventud en este pueblo de Los Pedroches hasta que se produce el Golpe de Estado y su alistamiento voluntario en septiembre de 1936 un mes antes de cumplir los 17, falseando su edad para que le admitieran. Esta frase del libro que explica el porqué de su alistamiento tan joven se repite en muchas de las historias de los republicanos cordobeses, “creía que debía defender el Gobierno de la Nación frente a los sublevados”, “defender aquella República que había llegado sin sangre y cuánta sangre costó defenderla”.

Las hojas siguientes son la historia de su lucha en España hasta que tuvo que exiliarse atravesando el paso fronterizo entre Coll Pregon y el Coll D’Ares francés, conocido como Camino de la Retirada, como muchos españoles y españolas que como él salían temerosos del terror que podía venirles encima si se quedaban. Pero, como se daría cuenta más tarde, había dejado atrás el horror de la guerra española para caer en otro.

Los siguientes capítulos relatan las penurias, hambre y represión que sufrió Fernando en varios campos de concentración franceses en los Pirineos orientales, como el Campo D’Agde, Gurs, Argeles sur Mer, Vernet d’Ariage y en las Compañías de Trabajadores Extranjeros, trabajando en Ille-sur-Tet en la reconstrucción de canales de agua, entre otros trabajos… Pero todavía le faltaba vivir el peor de los sufrimientos.

El 22 de marzo de 1941 Fernando y 97 «indeseables» de distintas procedencias europeas, formaron un convoy que los llevó al puerto de Port Vendrés, donde embarcaron hacia Orán, ciudad que llegaron tres días después. Tras el previo encarcelamiento de varios días en Orán, en cuya prisión permaneció a la espera de la organización de un nuevo traslado, le quedaba descender a los infiernos, y a ellos lo arrojaron: ¡Djelfa!

Como dice Fernando en el libro aquello era «un trozo de desierto sembrado de alambre de espino». Un campo infernal en el que se dedicaban jornadas agotadoras de trabajo, trabajo esclavo. Los trabajos eran agravados por los malos tratos que recibían por parte de los vigilantes. Y las llamas de aquel infierno le abrasarían durante dos años, como explica en los siguientes capítulos Joaquín, en los que padecería artrosis, reuma, trastornos circulatorios, trastornos gástricos, cistitis, insuficiencia cardiaca, zumbidos…hasta su liberación.

En la parte final del libro, Joaquín nos cuenta como Fernando reconstruyó su vida, ejemplo de resiliencia, de supervivencia y como, ya jubilado, vuelve a Ille-sur-Têt, a 22 km de Perpiñán, donde fija su residencia para estar más cerca de la frontera y de la España por la que había luchado.

La edad no le minó su espíritu inquieto, como dice el libro, y estuvo involucrado en el trabajo de memoria de la asociación CTE en Ille-sur-Têt, quienes le nombraron presidente de honor de la Asociación de Memoria. Allí, Fernando era un vecino bien considerado. El Ayuntamiento de la ciudad, en reconocimiento a su contribución de trabajo en el canal de riego para la ciudad en época de los campos de concentración y por ser el último superviviente de trabajadores extranjeros que quedaba en Ille, tuvo a bien rendirle un homenaje y concederle la medalla de honor de la villa el día 1 de mayo de 2005. Hace poco, el 14 de abril, le rindieron también un homenaje y presentaron en esta localidad francesa el libro que hoy presentamos aquí, en Belalcázar.

El libro termina como finaliza todo en esta vida, con su muerte, acaecida el 26 de febrero de 2019 en Perpiñán y con un epitafio que Joaquín escribe a su tío:

Eras mozalbete y te alistaste voluntario.
Defendiste con ardor la República española.
Caíste herido en combate como los héroes.
Caminaste por la senda del exilio.
Hollaste campos de concentración:
Agde, Gurs, Argèles, Vernet…
Trabajos forzados, represión,
penurias, parásitos, hambre, harapos…
Te rebelaste.
Defendiste la dignidad de los internados.
Y te castigaron:
deportación a los infiernos de Djelfa.
Soportaste el martirio y la represión.
Su arenoso cementerio se quedó sin tu cruz.
Sobreviviste como los héroes.
No pudiste llegar a centenario.
Perdiste la última batalla ocho meses antes.
Tu historia queda escrita.

Y así ha sido y aquí la tenemos, gracias a Joaquín Chamero Serena, que como aparece en la solapa del libro, nació en Belalcázar en enero de 1940 y se trasladó a Madrid en 1960. Técnico metalúrgico. Cronista oficial de la villa de Belalcázar y colaborador habitual de la extinta revista quincenal El Informativo de Leganés. Aficionado a la investigación y divulgación de los personajes de Belalcázar desde muy joven, que han dado fruto en varias publicaciones, como “De los Pedroches a Indias-Viajeros del siglo XVI-“; “Personajes de Belalcázar”; “Cosas de la Casa Grande de Corpus Barga”; “Belalcázar en el Recuerdo, voces, dichos, tradiciones, canciones y otras cosas del lugar”, entre otras muchas.

Y sin más dilación, paso la palabra a los protagonistas de esta velada, a Joaquín y a su tío Fernando, que han hecho posible este gran libro “De Belalcázar al Inferno de Djelfa”.

CRISTINA GARCÍA SARASA
PRESIDENTA DE LA ASOCIACIÓN